He vivido sin sentir desde hace tanto la pérdida que ya no
duele; y rutas y reflejos del mundo me dejarán flotando en libertad.
Robert Lowell
Se quedó varado,
la vida
se volvió indiferente.
Se refugió en recuerdos
de los que era
incapaz de salir.
En la tristeza
de sus lágrimas
toda su pena
que le ahogaba.
Se volvió invisible,
se llenó
de impaciencias contenidas.
Descubrió que siempre
hay algo frágil
en el silencio
que a veces se hace
insoportable.
Que los anhelos
se convierten
en desesperos.
La mirada se le volvió
más oscura,
la desconfianza
en su alma
anidó
y su corazón dió
cobijo a la discordia.
Su voz ahogada
se hundió en la tormenta.
Más callado y solitario
que nunca,
acarició sus lágrimas,
sereno e impasible,
libre al fin,
lo acepto.
Debía perderse
para encontrarse,
intentaría pasar de puntillas
sorteando un agujero negro,
evitando caer,
bordeando todos los peligros,
con cautela,
hasta encontrar
un punto seguro.
Huiría, avanzaría, escaparía,
se escabulliría de ella,
por miedo a hundirse
en la penumbra
y desaparecer.
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