Tanta prisa tenemos por hacer, escribir y dejar oír nuestra
voz en el silencio de la eternidad, que olvidamos lo único realmente
importante: vivir.
Robert Louis Stevenson
Entró en su alma
para no salir jamás
de ella.
En su corazón, todo el amor
que tuvo que guardar.
En sus manos, lágrimas ,
vertidas a escondidas.
En sus ojos,
la tristeza de un presente
y la niebla del futuro.
Ese fue su tormento;
sus ruegos,
nunca llegaron al cielo,
ningún santo
escuchó sus plegarias
y quedó para siempre
adormecida y triste,
quizá,
porque entre palmeras
y árboles de té,
olvidó una vieja promesa,
dejó de imaginar figuras
en las nubes,
dejó pasar el tiempo
y sus destrozos.
Sonreía, pero en su interior,
no dejaba de llorar,
porque sentía más nostalgia
de la que su corazón podía soportar,
y es que es difícil odiar
a quién se quiere de verdad.
Se fueron sus días,
perdió su tiempo,
se le fue la vida
sin apreciarla, sin devorarla
sin sentirla
y aprendió
a vivir por inercia.
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