lunes, 24 de abril de 2017

En la batalla, jazmines y silencios





No ser nadie más sino tú mismo, en un mundo que está haciendo todo lo posible, día y noche, para hacer que tú seas alguien distinto, significa luchar la más dura batalla que cualquier ser humano pueda enfrentar y nunca dejar de luchar.

  

                                                         Edward Estlin










Se preguntó en que momento del camino, había extraviado su vida, sus ilusiones, sus sueños.

Todo lo imaginaba, todo lo desconocía.


Sin saber que hacer, miró al cielo, esperando encontrar una respuesta, al menos una, a las miles de incertidumbres que la rodeaban y acosaban.


Quiso aferrarse a las viejas certezas. Las lágrimas no tardaron en llegar arrasando la poca paz que le quedaba, y de pronto le pareció que la vida empezaba a pasar muy lenta.


Ante ella, la nada, una nada irreal e inacabada, una nada cotidiana. Dicen que hay que tocar fondo para renacer, quiso gritar en silencio, desgarrarse  para tocar ese fondo y el suelo tembló bajo sus pies.


En medio de un vendaval de sentires, decidió presentar batalla. Superaría la tormenta, evitaría el naufragio, capeando el huracán hasta que cesara el torbellino que la arrastraba al abismo.


Necesitaría mucho coraje para sacar tanto dolor del centro de su alma.


Había luna llena, perfume de jazmines y un silencio inquietante. Sintió una brisa de consuelo antes de la primera luz del amanecer. Sus ojos se perdieron en su mirada, encontró su mano que buscaba la suya, para ayudarla con su fuerza a encontrar la luz, sacándola de la oscuridad que lo alejaba de él , devolviéndola al camino de regreso para mantenerla a salvo de los demonios que la acosaban.


Su sonrisa le habló antes que sus palabras. No le hizo falta decir nada, le basto volver a mirarlo a los ojos para comprender que compartían las mismas miserias, los mismos dolores, los mismos deseos, las mismas ansias de amar.


Se prometieron estar siempre uno al lado del otro.

Se guardo las lágrimas, y la luz de la luna llena cubrió sus cuerpos dejando que el destino se cumpliera.





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