jueves, 26 de febrero de 2015

Y entonces, empezó a llover







La tormenta aún estaba lejos, las nubes lo cubrían todos, todavía no había empezado a llover.

Sabanas húmedas, cuerpos ardientes, el roce de los suspiros en su piel. Remordimientos y culpa.
Tarde triste, horas que transcurren despacio, y de repente, el silencio que se adueña del ambiente.

Solos, rodeados de miedos, parecían resignados. Hay recuerdos que no caben en el presente.


Sin decirse ni una sola palabra, se fueron separando sus cuerpos, hasta que sus pieles dejaron de rozarse.

Ella, se dio la vuelta intentando borrar el desconsuelo, le sonrió, esperando que él, le devolviera la sonrisa.
Pero no lo hizo, ella busco respuestas en su mirada que no encontró.

Él cayó en un largo y profundo silencio, dejó de mirarla. Tuvo que hacerlo, porque sabía que no podría refrenar el deseo si volvía a mirarla, que no tendría escapatoria y tendría que besarla y quedarse con ella para siempre, y no tenía un para siempre, no para ella.

Tenía que cerrar el circulo, escuchar los latidos erráticos de su corazón que caían en el abismo.
Cerrar los ojos y no pensar en nada, y mientras se marchaba, solo el fin.
La nada.
La oscuridad.
El vacío.
Y entonces, empezó a llover





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