La soñó
y apareció un día
en su vida,
esa que no vivía
pero que imaginaba.
La abrazó,
y encima de sus cabezas,
las estrellas tililaban
y bailaban
desde un cielo infinito.
La besó
y dejó cosquillas
en sus labios.
Una pequeña sonrisa
iluminó su rostro.
No dejaría
que volviera a llorar
por culpa del miedo.
Se lo prometió
y cumplió su promesa.
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