El frío de la noche
me desvela,
los deseos de mi alma
claman por salir.
Esperaba paciente, a sabiendas
que ya no había nada que esperar.
Nada que esperar,
mas que un cuaderno en blanco.
Me acomodé ante la mesa,
abrí mi cuaderno,
alisé sus paginas blancas, impolutas.
Y llegaron las palabras.
Prendió en mi el deseo de escribir
de escribirte,
esperando que mis letras
llegarán a ti.
Llego la tinta,
cuando ya las lagrimas me ahogaban,
ahora que me lees
ya no hay nada que llorar.
Todo por vivir
todo por escribir
en este cuaderno de ternuras.
Mis noches de papel
ya no están desiertas
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