Caminaban juntos,
pero una eternidad los separaba ya,
alejándolos inexorablemente.
Fue el silencio el culpable.
Perdió su mirada en el pasado,
como atrapando fantasmas,
decidió quedarse allí,
como un nadador perdido
en un remolino.
No quiso darse otra oportunidad,
su alma parecía haber huido.
Dejó su corazón
en la última estación,
pensó, que quizá, cambiando
el camino,
cambiaría su suerte
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