Nunca se fijó
en sus lagrimas,
ni en los latidos
desbocados de su corazón,
ni en su respiración agitada.
Dejó de sonreírle,
lloraba, todas las noches,
ahogando el llanto
en la almohada,
Dándole la espalda
para no ver en sus ojos
la indiferencia.
Empezó a sentir frío,
con sus sentimientos
acobardados,
no se atrevió a pedirle
que la abrazará.
Aquella primavera supo,
que la eternidad
había terminado.
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