“A ninguno nos complace la humillación o la sumisión; el
problema es saber cómo escapar de ellas.”
ILDEFONSO FALCONES
Yo, que todo lo quiero olvidar
a veces me parece
que lo recuerdo todo
y esa sensación me quiere
acompañar
todo el tiempo.
Te marchaste
y me dejaste con tu culpa,
rota, y sin saber cómo
recomponerme.
No era yo la que estaba rota,
era nuestro amor.
Dolor y humillación.
Desequilibrios que me llevaron
a tropezar,
eso dejaste.
Días de intenso desconsuelo
que viví con callada resignación,
sufrí la pesadilla de la incertidumbre.
La vida, fue dejando sus huellas
entre renglones torcidos
y olvidos.
Me hice a mi misma
una promesa silenciosa
que dejó mi alma vacía
para siempre.
Fue mi bendición y mi condena.
El silencio me amparó
y no supé vivir de otra manera.
Sin prestar demasiada atención
a posibles consuelos,
me abracé al desconocidos,
que dejaron en mi cuerpo
olores ajenos.
Aprendí y olvidé nombres
que se perdieron entre el aire,
miré ojos que no veían
nada.
La oscuridad olía sudor a sexo,
a lágrimas, a arrepentimiento.
Todo se tornó silencioso y pálido.
Mis ojos se llenaron de dolor,
me quedé prendida
por un tiempo indefinido
a un amor moribundo,
a las trampas de la memoria,
a los vaivenes del deseo,
perdida en un laberinto
de tiempos pasados,
y después, nada,
eso dejaste.
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