Abrázame en tus alas, que otro aire no me roce sino tu aliento, del que vivo y muero.
Antonio Gala.
Es una tarde de junio
que huele a sal.
El sol calienta
las golondrinas cruzan
el cielo azul,
yo perfilo con mis dedos
tus labios.
Y así arropada
entre tus brazos,
parece que floto
entre las nubes.
Es domingo, son las dos
de la tarde
y hay mil secretos
que no se pueden revelar
entre los dos.
Me giro y acaricio la mano
que acaricia mi mejilla,
una mano cálida, fuerte,
por donde mis lágrimas
pueden correr libremente.
El cielo sigue azul,
no se ve ninguna nube,
el sol se ha puesto pálido,
siento frío en la nuca.
El tiempo pide su tiempo
y las horas pasan tranquilas,
todo se vuelve lento e indefinido.
El viento acaricia mi cara,
es muy débil, apenas una brisa.
El sol empieza a ocultarse
tras el mar.
Yo estoy de pie en la playa
de espaldas a ti.
Sonrío mirando al vacío
y en el vacío están
todos
los recuerdos que llenan
mi vida.
A pesar de lo tiempos
y las distancias
del abismo de la aceptada
indiferencia.
Tomo tus manos entre las mías
hasta que de repente
noto tu calor
y se entrelazan nuestros dedos.
Me doy cuenta de que pienso
como quiero
y rodeada de ternura
entre tus brazos,
entiendo que es lo que
cabe en un abrazo,
serenidad, dulzura y acogimiento,
que borra el dolor
por tanta perdida
y pienso que a pesar de todo
ojalá,
no se acaben nunca los abrazos
No hay nada como esos abrazos que te arropan el alma y hacen de los malos vientos un nido de calma y amor.
ResponderEliminarBuenos versos.