Quién deje pasar de largo la más bella historia de su vida no tendrá otra edad que la de sus pesares y no habrá suspiro en el alma capaz de mecerle el alma.
Yasmina Khadra.
Ella miraba las letras de su libro, él miraba el mar, un mar teñido con los colores cálidos del crepúsculo.
Sus miradas ya no se cruzaban, las palabras empezaban a escasear entre ellos, tan lejanos, tan extraños, la vida corría entre los dos desbocada. Los sentimientos encontrados se iban enquistando creando un muro infranqueable.
Las señales estuvieron ahí todo el tiempo, pero prefirieron ignorarlas para no llegar a vivir un final incomprendido, lo que tenía que darles consuelo, tan solo les dejaban desconsuelos.
Protegidos de un día de invierno un cruce de miradas y un vértigo que los sacude y las palabras que se quedan a medio camino entre las explicaciones y las disculpas, buscando quizá el final de las cosas.
Silenciaron las voces, apagaron el fuego, no se iban a contar como había sido la suerte de sus vidas, no se iban a decir que conocían la tristeza más profunda y la soledad infinita. No se iban a confesar que llevaban una melodía interior que se poco a poco se iba convirtiendo en una sinfonía imposible de aplacar.
Tenían por delante todos los días de un futuro aún ausente, pero no encontraban el puente para poder avanzar, atravesar el camino angosto que haría todo más suave y soportable, que los devolviera a la vida, a algún lugar en el mundo solo para ellos.
Sabían que era necesario encontrarlo pronto, o su vida se convertiría en un silencio rotundo, intentar llenar espacios vacíos que se habían formado entre ambos, recordar que hubo una vez que un futuro los unió, que tuvieron una meta común.
Levantaron la mirada y permanecieron unos segundos en silencio, observándose detenidamente, algo muy parecido a la esperanza se reflejó en sus ojos. Esperaron en silencio uno frente al otro.
Ella, bajó los parpados para ocultar las lágrimas. El rostro de uno se reflejaba en los ojos del otro, respiraron acompasados, marcando un tiempo que parecía haberse detenido para siempre.
Anticipándose a los pensamientos, pese al desorden de los recuerdos, las trampas del olvido, los silencios guardados y la extrema fragilidad de las palabras, se dieron cuenta de que jamás se habían alejado de la esperanza, de que los recuerdos tienen alma y pesan.
Se acercaron, se besaron, se abrazaron rompiendo la distancia, sus manos, volvieron a crear su mundo. Se regalaron sonrisas que aliviaron. Verdades desnudas que por fin se expresaron, que se convirtieron en realidad, que tomaron forma, que se regalaron como el mayor de los presentes, con infinita ternura, se ofrecieron la vida.
Se dieron esa oportunidad para sentir lo que una vez ya fueron, prometiéndose que no habría más incendios en el horizonte, para poder volver a ser uno.
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Para mi tus letras son la vida misma, somos tan frágiles que a vida no engacha y nos aparta de lo que queremos y si de verdad lo queremos siempre hay una esperanza a la que aferrarse y un rol que romper para conseguirlo.
ResponderEliminarLuego solo darmos cuenta que es eso lo que necesitamos y mimarlo, cuidarlo.
Saludos.
Gracias por tus comentarios y gracias por leerme. Un saludo afectuso. alicia
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