"Ya quisiera aprender a soltar un conjuro a tus ojos
Que me siguen allí donde voy en mi rumbo perdido"
Abel Pintos
Él que la miraba sin cesar,
hombre de corazón tierno
al mirarla veía en ella
su reflejo.
Hasta que llegó un día
que la miró con amargura.
-Ya no me ves,
me miras, sí,
pero no me ves.
Ella, bajó la mirada
desconsolada,
entre ellos se instaló
el mayor silencio del mundo
tan solo roto
por un murmullo de tristeza.
-Tengo que irme.
Se marchó derrotado,
pero supo que tan solo
recordando su mirada
sería capaz de soportarlo
todo.
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