martes, 6 de diciembre de 2016

Silentium






...y sonrío y me callo porque, en último extremo,
uno tiene conciencia
de la inutilidad de todas las palabras.


                                           Ángel González







A través de un océano
infinito 
de sueños rotos,
cambié decepción
por tristeza,
tras el descubrimiento
de una horrible realidad;
no quise ver, que la vida
jugaba conmigo,
preferí creer que a veces,
el destino coge atajos
para unir corazones
y vida.


Por miedo y amor
callé,
no supe defender
la felicidad,
el miedo me hizo huir
de un destino
que estaba escrito 
en las estrellas.

Al borde del  precipicio
vacié mis penas en el aire
y nuevos vientos
deshicieron el nudo
que mi alma oprimía,
ese, que no me dejaba soñar.

Las huellas del pasado
se borraron, 
como los castillos de arena
en una tormenta,
y solo quedaron, 
reproches.

Tristeza mezclada
con ausencia,
triste final,
para unos sentimientos
que me habían envuelto,
aprisionado, esclavizado,
con pocas certezas
y muchos interrogantes,
aunque se resistieron a marchar,
los dejé atrás
para encontrar un nuevo camino.











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