Acurrucada en un rincón, se refugiaba en la penumbra. Tras los cristales una lluvia fina pero persistente resbalaba por los cristales; Por su rostro, lagrimas del alma.
La luz de una farola, parpadeaba intentado iluminar su rostro, que ella escondía entre sus manos.
En esas ocasiones, se sentía vacía . A veces, el pasado es más real que el presente y eso le dolía. Rompió a llorar con enfado, con rabia, con dolor, por su ausencia. Aquella perdida, aquel dolor, eran demasiado profundos, demasiado abrumadores y la desbordaban.
El silencio, siempre la llevaba a un viaje hacia la nada, un viaje a sus miedos y fantasmas.
Hace falta coraje para volar sola y ella lo sabía, había levantado el vuelo infinidad de veces. Suponía que el tiempo apaciguaría sus sentimientos, pero suponer no es lo mismo que admitir, y las cosas siempre vuelven, los recuerdos, lo vivido, lo sentido. Recuerdos de los que no se acordaba aparecían de repente, recuerdos que llegaban sin avisar para acompañar su soledad.
Le habría gustado quedarse en aquel rincón para siempre, no tener que decidir que hacer y como hacerlo, dejarse llevar. Le habría gustado no tener que volver a empezar de nuevo.
Pero lo hizo, porque junto a sus miedos, a sus temores e inseguridades, también tenía la certeza de que encontraría otra vez su rumbo.
Todo pasa y todo llega... y la vida siempre nos sorprende.
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