Erase una vez un pequeño gran amor

Así fue como pasó:

El destino les regaló unos momentos, sus almas jugaron a enredarse. Creyeron haber encontrado su destino, los dos estaban heridos y creyeron reconocerse, perdieron el miedo, entregándose a la ilusión.
Dieron la espalda a la realidad, pero tan solo fue un instante fugaz. Él quiso hacerla suya, prometió no dejar de cuidarla nunca.
Parecía que sería capaz de alcanzar las nubes y de bajarlas todas para ella, para construir un lecho esponjoso donde amarla eternamente.

Ella, quiso aprender a ver el mundo a través de sus ojos, no le hacía falta nada más.
 Pero una noche tuvo miedo, y Él la dejó volar contra el viento, llegó un huracán de palabras arrasando todo lo que vivía dentro de Él, todo lo que tenía para regalarle.
Fue una noche fría, una noche oscura, la más oscura de todas. Todo se paró, todo se perdió, todo se desvaneció.

 Él, solo le había hecho  una promesa y no la había cumplido, ella sintió que se partía su alma. No es que no pudiera seguir a su lado, es que no quiso, decidió no hacerlo, a pesar de saber, que lo amaría toda la vida, huyó cuando aún estuvo a tiempo.

Desde esa noche no volvieron a verse nunca más. El siguió su viaje. Ella, aprendió a vivir sin Él, soportando de nuevo la soledad para poder seguir en pie.
Los días se hicieron largos, tanto, que hasta recordar dejo de doler.
Él nunca llegó a saberlo pero consiguió lo que había deseado ella se convirtió en esclava de su recuerdo.

Pero ese es otro cuento...

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