No podía dejar de mirarla,
tampoco quería,
tenerla así,
aunque fuera a su manera
llenaba su vida.
Tenía unos ojos
grandes y verdes,
como un mar luminoso
a la luz del sol.
Una mirada
que expresaba con ternura
su sensibilidad y dolor.
La quería,
a pesar de que una mañana
triste de noviembre,
descubrió el secreto
que nunca debía haber conocido.
Aún así
pintaba para ella,
estrellas de colores.
Mas allá de ella
no había nada.
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