La contempló durante un segundo,
la urgencia del deseo
lo hirió,
como una angustia
que le ahogaba el pecho
robándole el aire,
el alma y la vida entera.
Tuvo que vencer
el deseo de entregarse
porque se le escapaba
a borbotones
por cada poro de su piel.
Le asaltó el pensamiento
de no poder salvar
la distancia que los separaba
por muy cerca que estuvieran.
Ella lo miró,
y un reflejo de esperanza
brilló en sus pupilas.
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El deseo, y sobretodo el deseo del anhelo, cuando percibimos que nos acecha ese sentimiento, que deprisa notamos que corre la sangre por nuestras venas.
ResponderEliminarHermosas palabras, gracias por tu comentario
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