Ella quiere leer
su futuro,
en el fondo de sus ojos.
Recorrer su deseo.
Ser abrazada por uno brazos
que no la suelten
jamas.
Amar,
pues ya no hay
vuelta atrás.
Desea llorar,
las lagrimas por el
no derramadas.
La fuerza de las ráfagas
varía,
pero la dirección
se mantiene constante:
El.
Que penetra en sus sueños,
los atropella, los quiebra.
Y la hace suya
con la rabia del deseo contenido,
con la ternura
de tantas caricias guardadas,
con la urgencia
de mil besos
amontonados.
La besa y convierte
los sueños
en caricias,
la llena de flores,
de luz en la oscuridad.
Inventa para ella
un cuento donde
las cosas
se convierten en hechos
silenciosos, mágicos
nuevos,
llenos de asombro.
Y el, la besa una y otra vez
y no la suelta,
ya,
nunca la suelta.
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